...el ave Fénix vivía en el Jardín del Paraíso, y anidaba en un rosal. Cuando Adán y Eva fueron expulsados, de la espada del ángel que los desterró surgió una chispa que prendió el nido del Fénix, haciendo que ardieran éste y su inquilino. Por ser la única bestia que se había negado a probar la fruta del paraíso, se le concedieron varios dones, siendo el más destacado la inmortalidad a través de la capacidad de renacer de sus cenizas.

Cuando le llegaba la hora de morir, hacía un nido de especias y hierbas aromáticas, ponía un único huevo, que empollaba durante tres días, y al tercer día ardía. El Fénix se quemaba por completo y, al reducirse a cenizas, resurgía del huevo la misma ave Fénix, siempre única y eterna. Esto ocurría cada quinientos años.

lunes, 18 de abril de 2011

Soledades

Todavía recordaba su primera vez, un escalofrío recorrió su cuerpo… un torrente de sensaciones contrapuestas atravesó su organismo como si de un rayo se tratase, su cuerpo se arqueó para luego relajarse, sus pupilas se dilataron levemente, la boca entreabierta, tratando de tomar aire en un suspiro, asimilando cada experiencia, cada segundo. La primera vez siempre es inolvidable, aquel día se quedó dormida así, como en éxtasis, acurrucada en un rincón del sofá.
            La segunda vez no fue muy diferente de la primera, una vez más su cuerpo se estremeció, como si una descarga eléctrica lo recorriese al completo, atravesando cada célula, entumeciendo sus miembros, pero asumiendo las sensaciones experimentadas con cierta normalidad y cotidianeidad.
            Después se fue convirtiendo en un hecho normal, hasta el extremo de asumirlo como un día a día, como una sensación más como las ganas de comer, de dormir o de ir al baño.
            Finalmente llegó al punto de no resistirse, asimilarlo, como si de una vulgar ramera se tratase que se abra de piernas de forma ya mecánica, sin sentimiento, sin padecimiento.
            De esta forma fueron pasando las horas, los días y las semanas, el continuo del tiempo que le había sido otorgado, desposeyéndola casi totalmente de la capacidad de sentir o padecer.
            Él siempre lo había sabido, desde la más tierna infancia, podía ser un niño, pero era consciente de que en la alcoba existían secretos, fue creciendo a la sombra de las circunstancias, entre los celos y el rencor. La persona tratada como un objeto era su madre, eso era algo que él no entendía, ella le había dado todo, desde la más tierna infancia había recibido el amor más desinteresado, el cariño más sincero, ella había pasado frío y hambre por los dos, para que el, su niño no sufriese.
            Aquella mañana rebasó el límite, era el día de su 18 cumpleaños, dejó que su rabia y sus celos fluyesen… aquella noche había sido terrible, los gritos no le habían permitido tomar el sueño, después los sollozos le mantuvieron en vela el resto de la noche.
            Cuando entró en el salón él estaba desayunando un café con leche, mientras leía el periódico con cara de pocos amigos, como siempre, se acercó por la espalda, y sin dudar le atizó con el bate de baseball en todo el cráneo, un golpe seco, contundente, partiéndole la cabeza al medio como si de una sandía se tratase. La sangre le salpicó la cara y el torso desnudo, aquel cabrón solo merecía morir como un perro… mientras observaba como su cuerpo se desplomaba, ya inerte, de la silla al suelo, mirándole a los ojos con una mueca de asco y victoria, sintió un alivio en el pecho, como si una presión hubiese desaparecido. Esperaba a su último suspiro cuando su madre entró en el salón, ella primeramente enmudeció para después romper a llorar.
            No habría mas golpes para ella, mas noches de borrachera en las que su frustración y furia descargaban como un tornado, dejando en ella marcas y moratones que se esforzaba en ocultarle. No más insultos ni vejaciones…
            Ahora apoyaba su cabeza en los barrotes de una fría celda, ya huérfano del padre que nunca había considerado como tal, sin el calor de los abrazos de su madre que no había sabido o querido entender y perdonar sus razones. La mirada perdida en el espacio, tal vez en el tiempo, los ojos vidriosos, en los labios una sonrisa muda, en si misma mudo testigo de la satisfacción de conocerse libertador y con la desazón de saberse solo en el mundo.

viernes, 8 de abril de 2011

Sensaciones

Busco que me mires con esa mirada canalla, con tus ojos de color gris cristal, mientras me pregunto si serás tu, o simplemente si ya te estás alejando de mi... mientras en un rincón de mi dormida mente me pregunto donde cojones has estado todo este tiempo, y en que narices estaba pensando cuando decidí dar el paso y decir que si... abrirme una vez más al dolor que mas duele, del que nunca curamos, pero al que siempre volvemos, para padecer una vez mas con la esperanza de que esta, al fin será la última vez...
La libertad, al igual que la belleza del ala de una mariposa
no es entusiasmo casual, sino libertad,
que se debe gozar por su propio y alto derecho.

miércoles, 6 de abril de 2011

Atrapado

La vida no siempre es como pensamos, o como nos habían hecho pensar que debería ser. 
Cada mañana se levantaba con la sensación de estar atrapado, soñaba con escapar, con una casa enorme en el campo, con un jardín de césped lleno de niños correteando entre rododendros llenos de flores y buganvillas. Soñaba con largos viajes a desiertos ardientes, selvas impenetrables, cuevas insondables…. Pero cada mañana se despertaba en la misma cama, en la misma vida, en el mismo lugar… observando el mundo a través de la ventana como si de una postal se tratase, inmóvil, siempre igual, imperturbable.
Cada noche, al caer en los brazos de Morfeo, huía, escapaba a un mundo que solo existía en sus sueños, un mundo perfecto en el que vivía una vida que no tenía, donde no sentía padecimiento, en la que podía dedicar sus días a su casa con jardín, a ver corretear a los niños… pero cada día se despertaba una vez mas para ver pasar el tiempo, para sentir como se le escapaba entre los dedos, sufriendo su devenir como el hipnotizante y cadencioso movimiento de las caderas de una veinte añera, que te atrapa, te seduce y te secuestra el alma para nunca más dejarla escapar.
Pero cada mañana amanecía inexorablemente, en el mismo lugar, el mismo tiempo, sin poder escapar a la realidad de la consciencia y la vida diaria que le atenazaba, le latía en las sienes, le devoraba el corazón…
Aquella mañana se despertó como cada mañana, pero ya nada era igual, al fin escaparía de la rutina que le inmovilizaba, huiría al fin de aquella prisión de piel y huesos, le sirvieron el desayuno… la hora llegaba ya; bebió sorbo a sorbo el vaso de agua con la cantidad justa de cicuta, casi paladeándola, degustando cada trago, al principio no sintió nada, al igual que no lo había sentido nunca, sus miembros atrapados en aquel cuerpo tetraplégico nunca le habían permitido sentir una caricia, un abrazo, la calidez de un cuerpo a su lado. Al fin algo sucedió, algo como un ardor, un entumecimiento que asomaba en su garganta, subiendo hacia la boca, y finalmente nublando su vista y su recuerdo, salió por la ventana a recorrer aquellos parajes, al fin se sintió libre… después simplemente oscuridad.